

Nuestra historia
Tres generaciones, una granja.
Teófilo HenrÃquez era un hombre de pocas palabras, su silencio hablaba por sà solo en medio del parloteo del mercado de Ocotepeque. Entre sacos de frijoles y el aroma de ricos brebajes, encontró su lugar. Desde las polvorientas calles de Honduras, vendÃa e intercambiaba frijoles con la comunidad y los agricultores locales.
Con cada transacción, los sueños de Teófilo crecÃan. A partir del humilde intercambio de granos, ahorró para invertir en sus propias tierras de cultivo, sentando las bases para las generaciones futuras. Su visión se extendÃa más allá de los confines de los puestos del mercado, imaginaba una tierra fértil y prometedora, donde la planta de arábica pudiera prosperar bajo el sol y el clima montañoso de Honduras.
Con el tiempo, los sueños de Teófilo echaron raÃces. Sus manos, curtidas por las herramientas del oficio, se convirtieron en las de un agricultor. Entre las colinas de Ocotepeque, forjó su legado, un mosaico de verde en medio del terreno accidentado. Pasaron los años y el hijo de Teófilo, Salomón, heredó el legado de su padre. Bajo la atenta mirada de Salomón, la granja floreció. Amplió sus fronteras, junto con la siguiente generación de la familia. Sin embargo, en medio del progreso, la familia se aferró a la tradición. Cada cereza de café todavÃa se recolectaba a mano, y los granos cosechados se colocaban cuidadosamente para secarse bajo el sol implacable. Era un ritual transmitido de generación en generación, un testimonio del vÃnculo entre un agricultor y su tierra.
En el año 2024, la finca vio cómo se desarrollaba un nuevo capÃtulo. Miquel, el hijo de Salomon, se asoció con David Hewitt, un restaurador de Atlanta, Georgia. David y Miquel colaboraron para celebrar mejor el café de Ocotepeque más allá del mercado hondureño.
La visión compartida no era sólo acerca de llevar el café al extranjero, sino también acercar un mercado del primer mundo a Honduras. Si bien se dice que la industria del café es la segunda industria más grande después del petróleo, son los agricultores los que se han vuelto los más marginados. El café arábico especializado es uno de los más buscados en el mundo, pero se compra y se vende principalmente con el humilde poder adquisitivo de una economía del tercer mundo. El excedente de café que se ha cosechado se vende luego a grandes conglomerados y, por mucho menos del bajo precio, se vende a la comunidad local. Ese mismo café a menudo se mezcla con café de menor calidad, se reenvasa y se vende a mercados secundarios en grandes volúmenes y con un alto margen.
​
Juntos, Miquel y David fundaron Farmstead Founders, una plataforma que une mundos y generaciones. Mediante herramientas modernas y la agricultura local hondureña, buscaron llevar a los pequeños agricultores del tercer mundo al primero. El modelo subyacente crea capital para que el agricultor de origen único comparta los ingresos posteriores mucho después de que se vendan los granos inicialmente. Si se amplía, este modelo de negocio puede ofrecer la oportunidad a otras granjas de pequeños agricultores de ser parte de la plataforma y diversificar sus cultivos en una plataforma compartida y más sostenible. Es una filosofía de empoderamiento, de brindar oportunidades a una de las industrias más grandes y, al mismo tiempo, más marginadas del mundo.
​
Mientras el sol se pone sobre las colinas hondureñas, el legado de Teófilo Henríquez sigue vivo. A través de las manos de sus descendientes y la visión de Farmstead Founders, el espíritu del cultivo del café perdura, trascendiendo continentes y culturas, un testimonio de la resiliencia del espíritu humano.